INTRODUCCIÓN
Después
de ver tantos versículos que hablan del uso providencial de Dios de las
acciones malas de los hombres y los demonios, ¿qué podemos decir a modo de
análisis?
A. DIOS USA TODAS LAS COSAS
PARA CUMPLIR SUS PROPÓSITOS E INCLUSO USA EL MAL PARA SU GLORIA Y NUESTRO BIEN.
Así
que, cuando el mal viene a nuestras vidas para atormentarnos, podemos obtener
de la doctrina de la providencia una mayor seguridad de que «Dios dispone todas
las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo
con su propósito» (Ro 8:28). Esta clase de convicción le permitió a José
decirles a sus hermanos: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó
ese mal en bien» (Gn 50: 20).
También
podemos darnos cuenta de que Dios es glorificado aun en el castigo del mal. La
Biblia nos dice que «toda obra del Señor tiene un propósito; ¡hasta el malvado
fue hecho para el día del desastre!» (Pr 16: 4).11 De modo similar, el salmista
afirma: «Ciertamente la ira del hombre te alabará» (Sal 76: 10, RVR 1960). y el
ejemplo del faraón (Ro 9: 14-24) es un ejemplo claro de la manera en que Dios
usa el mal para su gloria y para el bien de su pueblo.
B. NO OBSTANTE, DIOS NUNCA
HACE MAL, Y NUNCA SE LE DEBE ECHAR LA CULPA DEL MAL.
En una
afirmación similar a las citadas arriba de Hch 2: 23 y 4:27-28, Jesús también combina
la predestinación de Dios de la crucifixión con la culpa moral de los que la realizaron:
«A la verdad el Hijo del hombre se irá según está decretado, pero ¡ay de aquel
que lo traiciona!» (Lc 22: 22; Mt 26: 24; Mr 14:21).
Y en
una afirmación más general en cuanto al mal en el mundo, Jesús dice: «¡Ay del
mundo por las cosas que hacen pecar a la gente! Inevitable es que sucedan, pero
¡ay del que hace pecar a los demás!» (Mt 18:7).
Santiago
habla de modo similar al advertirnos que no le echemos la culpa a Dios por el
mal que hacemos, y dice: «Que nadie, al ser tentado, diga: Es Dios quien me
tienta". Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él
a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos
«destinar» en este versículo es mejor tomarlo como refiriéndose tanto al
tropezar como a la desobediencia.
Es
incorrecto decir que Dios sólo destinó el hecho de que los que desobedecen
tropezarían, porque no es de un hecho sino de las personas (ellos) que se dice
que están «destinados» en este caso lo arrastran y seducen» (Stg 1: 13-14).
El
versículo no dice que Dios jamás causa el mal; afirma que no debemos pensar que
él es como un agente que nos está tentando o al que se debería pedir cuenta por
la tentación. Nunca podemos echarle a Dios la culpa de la tentación, ni pensar
que él aprueba que cedamos a ella.
Debemos
resistir al mal y siempre culparnos nosotros mismos u a otros que nos tientan, pero
nunca debemos culpar a Dios. Incluso un versículo como Isaías 45: 7, que habla de
Dios «creando calamidad», no dice que Dios mismo hace el mal, sino que debemos entender
que quiere decir que Dios ordenó que ese mal resultara de las decisiones
voluntarias de sus criaturas.
Todos
estos versículos indican claramente que las «causas secundarias» (seres humanos,
ángeles y demonios) son reales y que los seres humanos en efecto causan el mal
y son responsables por el mismo. Aunque Dios ordenó que tuviera lugar, tanto en
términos generales como en detalles específicos, sin embargo, Dios está lejos de
hacer el mal y el hecho de que él haga que tenga lugar mediante «causas
secundarias» no impugna su santidad ni lo hace culpable. Juan Calvino
sabiamente dice:
Los Ladrones, Los Homicidas Y Demás Malhechores Son Instrumentos De La
Providencia De Dios, De Los Cuales Se Sirve El Señor Para Ejecutar Los
Designios Que En Sí Mismo Determinó; Pero Niego Que Por Ello Puedan Tener
Excusa Alguna. ¿Por Qué?
Porque ¿Cómo Podrán Mezclar A Dios En Su Propia Maldad O Encubrir Su Pecado
Con La Justicia Divina? Ninguna De Estas Cosas Les Es Posible.
Un
poco más adelante, Calvino titula un capítulo: «Dios se sirve de los impíos y doblega
su voluntad para que ejecuten sus designios, quedando sin embargo él limpio de
toda mancha». Debemos notar que las alternativas a decir que Dios usa el mal
para sus propósitos pero que él nunca hace el mal y que no se le debe culpar
por el mal, no son deseables.
Si
dijéramos que Dios mismo hace el mal, tendríamos que concluir que no es un Dios
bueno y justo, y por consiguiente no sería Dios en lo absoluto. Por otro lado,
si mantenemos que Dios no usa el mal para cumplir sus propósitos, tendríamos que
reconocer que hay en el universo un mal que Dios no propuso, que no está bajo
su control, y que tal vez no cumplirá los propósitos de Dios. Esto nos haría muy
dificil afirmar que «todas las cosas» contribuyen para el bien de los que aman
a Dios y que son llamados conforme a su propósito (Ro 8: 28).
Si el
mal surgió en el mundo a pesar de que Dios no se lo propuso ni quería que
estuviera aquí, ¿qué garantía tenemos de que no habrá más y más males que él no
propuso y que no quería? Y ¿qué garantía tenemos de que él podrá usarlo para
sus propósitos, o incluso de que pueda triunfar sobre él? De seguro ésta es una
posición alterna indeseable.
NOTA: David].A. Clines, «Predestination in the old
Testament», p. 116, retraduce esto: «El Señor ha hecho todo con su contraparte,
¡así el malvado tendrá su dia de ruina». Hace esto a fin de evitar la
conclusión de que el Señor ha hecho a algunos malvados para el día del mal.
Pero esta traducción no es convincente.
La palabra hebrea que se traduce «propósito» (heb.
maanéh) aparece sólo ocho veces en el Antiguo Testamento, y por lo general se
refiere a una «respuesta» a una pregunta o afirmación. Así que quiere indicar
algo como «respuesta apropiada» o «propósito correspondiente». Pero la
preposición hebrea le se traduce mucho más acertadamente «para» (no «con»), así
que en cualquier caso la oración afirma que el Señor ha hecho todo para su
propósito apropiado o la respuesta apropiada.
Por consiguiente, sea que traduzcamos «propósito» o
«contraparte, el versículo afirma que Dios ha hecho incluso al malvado para
[heb. LeJ el dia del mal.
C. DIOS CORRECTAMENTE CULPA Y
JUZGA A LAS CRIATURAS MORALES POR EL MAL QUE HACEN.
Muchos
pasajes bíblicos afirman esto. Uno se halla en Isaías: «Ellos han escogido sus propios
caminos, y se deleitan en sus abominaciones. Pues yo también escogeré aflicciones
para ellos y enviaré sobre ellos lo que tanto temen. Porque nadie respondió cuando
llamé; cuando hablé, nadie escuchó. Más bien, hicieron lo malo ante mis ojos y
optaron por lo que no me agrada» (ls 66: 3-4). De modo similar leemos:
«Dios
hizo perfecto al género humano, pero éste se ha buscado demasiadas complicaciones»
(Ec 7: 29). La culpa del mal siempre recae sobre la criatura responsable, sea
hombre o demonio, que la hace, y la criatura que hace el mal siempre merece
castigo.
La
Biblia siempre afirma que Dios es justo para castigamos por nuestros pecados.
Si
objetamos que él no debe hallarnos culpables porque no podemos resistir su
voluntad, debemos meditar en la respuesta del mismo apóstol Pablo a esa
cuestión: «Pero tú me dirás: "Entonces, ¿por qué todavía nos echa la culpa
Dios? ¿Quién puede oponerse a su voluntad?"
Respondo:
"¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso le dirá la olla de
barro al que la modeló: '¿Por qué me hiciste así?» (Ro 9: 19-20). En cada caso
en que hacemos el mal, sabemos que voluntariamente escogimos hacerlo, y nos
damos cuenta de que con justicia somos culpables del mismo.
D. EL MAL ES REAL, NO UNA
ILUSIÓN, Y NUNCA DEBEMOS HACER EL MAL, PORQUE NOS HARÁ DAÑO A NOSOTROS Y A
OTROS.
La
Biblia siempre enseña que nunca tenemos el derecho de hacer el mal, y que debemos
persistentemente oponemos al mal en nosotros y en el mundo. Debemos orar:
«líbranos del mal» (Mt 6: 13, RVR 1960), y si vemos a alguien alejándose de la
verdad y haciendo el mal, debemos procurar hacerle volver.
La
Biblia dice: «Si alguno de ustedes se extravía de la verdad, y otro lo hace
volver a ella, recuerden que quien hace volver a un pecador de su extravío, lo salvará
de la muerte y cubrirá muchísimos pecados» (Stg 5: 19-20). Ni siquiera debemos desear
hacer el mal, porque albergar deseos de pecado en nuestra mente es permitirles
«hacer guerra» contra nuestras almas (1ª P 2: 11) y por consiguiente hacernos daño
espiritual.
Si
alguna vez nos sentimos tentados a decir: «¿Por qué no hacer el mal para que
resulte un bien?», como algunos acusaban calumniosamente a Pablo de enseñar,
debemos recordar 10 que Pablo dice respecto a los que enseñan doctrina falsa:
«¡Bien merecida se tienen la condenación!» (Ro 3: 8).
Al
pensar en que Dios usa el mal para cumplir sus propósitos, debemos recordar que
hay cosas que es correcto que Dios haga, pero que es incorrecto que nosotros hagamos:
Él exige que los demás lo adoren, y acepta la adoración de ellos. Busca gloria
para sí mismo. Ejecuta el castigo final sobre los malhechores.
Usa
también el mal para producir propósitos buenos, pero no nos permite a nosotros
hacer tal cosa. Calvino cita una afirmación de Agustín con aprobación: «Hay una
gran diferencia entre lo que es apropiado que el hombre quiera y lo que es
apropiado para Dios. Porque mediante las malas voluntades de hombres malvados
Dios cumple lo que correctamente quiere».
Herman
Bavinck usa la analogía de un padre que usa un cuchillo afilado pero no permite
que su hijo lo use, para mostrar que Dios mismo usa el mal para producir
propósitos buenos, pero que nunca permite a sus hijos hacer eso. Aunque debemos
imitar el carácter moral de Dios de muchas maneras (Ef 5: 1), esta es una de
las maneras en que no debemos imitarlo.
E. A PESAR DE TODAS LAS
AFIRMACIONES ANTEDICHAS,
Hemos
llegado al punto en que confesamos que no comprendemos cómo es que Dios puede
ordenar que hagamos obras malas y sin embargo consideramos culpables por ellas
y no culparse a sí mismo.
Podemos
afirmar que todas estas cosas son verdad, porque la Biblia las enseña. Pero la
Biblia no nos dice exactamente cómo Dios lo hace y cómo puede ser que nos
considere responsables por lo que él ordena que tenga lugar. Aquí la Biblia
guarda silencio, y tenemos que concordar con Berkhof que en última instancia
«el problema de la relación de Dios con el pecado sigue siendo un misterio».
F. ¿SOMOS «LIBRES»? ¿TENEMOS «LIBRE ALBEDRÍO»?
Si
Dios ejerce control providencial sobre todo lo que pasa, ¿somos libres en algún
sentido? La respuesta depende de lo que queramos decir con la palabra libre. En
algunos sentidos de la palabra libre todos concordarían en que somos libres en
nuestra voluntad y nuestras decisiones.
Incluso
teólogos prominentes de tradición reformada o calvinista concurren.
Tanto
Louis Berkhof en su Systematic Theology (pp. 103, 173) como Juan Calvino en sus
Institutos de la religión cristiana16 están dispuestos a hablar en algún
sentido de actos y decisiones «libres» del hombre. Sin embargo, Calvino explica
que el término está tan sujeto a malos entendidos que él mismo trata de evitar
usarlo.
Esto se
debe a que el «libre albedrío no es suficiente para permitirle al hombre hacer
buenas obras, a menos que la gracia lo ayude».17 Por consiguiente, Calvino
concluye:
Según Esto, Se Dice Que El Hombre Tiene Libre Albedrío, No Porque Sea
Libre Para Elegir Lo Bueno Y Lo Malo, Sino Porque El Mal Que Hace Lo Hace
Voluntariamente Y No Por Coacción. Esto Es Verdad; ¿Pero Para Qué Atribuir Un
Título Tan Arrogante A Algo Tan Intrascendente?
Calvino
continúa explicando cómo esta expresión se malentiende fácilmente:
Pero ¿Cuántos Hombres Hay, Pregunto, Que Al Oír Decir Que Al Hombre Se
Le Atribuye Libre Albedrío No Considera De Inmediato Que El Hombre Es Señor De
Su Entendimiento Y De Su Voluntad, Con Potestad Natural Para Inclinarse Al Bien
O Al Mal? Si Alguno, Entonces, Puede Usar Esta Expresión Sin Entenderla En Un
Mal Sentido, Yo No Me Opongo A Que Lo Haga.
NOTA: Institutes 1: 296 (2. 3 .5), citando a san
Bernardo con aprobación: «Entre todos los seres vivos sólo el hombre es libre....
porque lo que es voluntario también es libre». Más adelante, en el mismo pasaje
cita de nuevo a san Bernardo con aprobación, en donde admite que la voluntad es
esclava del pecado y por consiguiente peca por necesidad, pero entonces dice
que «esta necesidad es como si fuera voluntaria.
Así el alma es al mismo tiempo esclava y libre:
esclava por necesidad; libre debido a la voluntad». Un poco más adelante
Calvino mismo dice que «el hombre, en tanto que peca por necesidad, sin embargo
peca no menos voluntariamente» (1:309 [2.4.1].
Calvino claramente dice que Adán, antes de que haya
pecado en el mundo, «tenía libre albedrío, con el cual, si quería, podía
alcanzar la vida eterna Pudo, pues, Adán, si quería, permanecer como había sido
creado; y no cayó sino por su propia voluntad tuvo libre elección del bien y
del mal» (1:195 [1.15. 8]. Así Calvino puede usar la expresión libre albedrío
como si quisiera decir «voluntariamente, dispuesto», y puede usarlo para Adán
antes de la caída.
Sin embargo, cuidadosamente evita aplicar la
expresión libre albedrío a los seres humanos pecadores si por ella la gente
quiere decir «capaz de hacer el bien por fuerza propia» (vea el texto arriba).
Por
tanto, cuando preguntamos si tenemos «libre albedrío», es importante tener bien
claro lo que se quiere decir con la frase. La Biblia en ninguna parte dice que
somos «libres» en el sentido de estar fuera del control de Dios o de ser
capaces de tomar decisiones que no son causadas por nada.
(Este
es el sentido en el que muchos parecen dar por sentado que debemos ser libres;
vea lo que decimos abajo.) Tampoco dice que somos «libres» en el sentido de que
podemos hacer el bien por cuenta propia sin el poder de Dios. Pero, de todas
manera somos libres en el sentido más grande que cualquier criatura de Dios
pueda ser libre; tomamos decisiones voluntarias, decisiones que surten efectos
reales.
No nos
percatamos de ninguna restricción en nuestra voluntad de parte de Dios cuando
tomamos decisiones. Debemos insistir en que tenemos el poder de decidir
voluntariamente; de otra manera caemos en el error del fatalismo o
determinismo, y de ese modo concluimos que nuestras decisiones no importan,
porque en realidad no podemos tomar decisiones propias.
Por
otro lado, la clase de libertad que exigen los que niegan el control providencial
de Dios sobre todas las cosas, libertad para estar fuera de la actividad
sustentadora y controladora de Dios, sería imposible si Jesucristo está en
verdad «continuamente sustentado toda las cosas por su palabra de poder» (Heb
1:3, traducción del autor).
Si esto
es así, estar fuera de ese control providencial ¡sería no existir! Una
«libertad» absoluta, totalmente libre del control de Dios, no es posible en un
mundo sustentado y dirigido providencialmente por Dios mismo.