INTRODUCCIÓN
En
respuesta a la afirmación de que las decisiones que Dios ordena no pueden ser
verdaderas decisiones, se debe decir que esa es simplemente una deducción
basada de nuevo en la experiencia e intuición humana, y no en pasajes
específicos de la «misterio» de la voluntad de Dios mencionado enEfl:9 no se
limita a unir a judíos y a gentiles (como en 3:6) sino que lo define 1:10 como
un plan de unir toda las cosas en Cristo.
El
término misterio (gr, musterion) en Pablo quiere decir algo previamente oculto
pero que ahora ha sido dado a conocer por revelación, y se puede referir a
cosas diferentes en diferentes contextos; en Ef5:32 se refiere al matrimonio
como símbolo de la unión entre Cristo y la iglesia; en 1ª Co 15: 51 se refiere
a la resurrección del cuerpo; etc.
Biblia.
Sin embargo, la Biblia no indica que podamos extrapolar de nuestra experiencia humana
al abordar el tema del control providencial de Dios de sus criaturas, especialmente
los seres humanos. Los arminianos no han podido decir dónde dice la Biblia que
una decisión que Dios ordena no es una decisión verdadera.
Cuando
leemos pasajes que indican que Dios obra mediante nuestra voluntad, nuestro
poder de escoger, y nuestra voluntad personal, ¿en base a qué podemos decir que
una decisión que Dios produce mediante estos medios no es de veras una decisión?
Parece ser mejor afirmar que Dios dice que nuestras decisiones son reales y
concluir que por consiguiente son reales.
La
Biblia repetidamente afirma que nuestras decisiones son decisiones genuinas, y
que tienen resultados reales y que eso resultados durarán por toda la
eternidad. «Haz eso y vivirás» (Lc 10: 28). «Tanto amó Dios al mundo, que dio a
su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga
vida eterna» Gn 3: 16).
Esto
nos lleva a concluir que Dios nos ha hecho de tal manera que;
(1) el ordena todo lo que hacemos, y ;
(2) ejercemos nuestra voluntad y tomamos decisiones reales y voluntarias.
Debido a que no podemos entender esto, ¿debemos rechazarlo?
No
podemos entender (en algún sentido definitivo) cómo una planta puede vivir, cómo
el abejorro puede volar o cómo Dios puede ser omnipresente o eterno. ¿Debemos, por
consiguiente, rechazar esas realidades? ¿No deberíamos, más bien, aceptarlas
como verdaderas bien sea debido a que vemos que las plantas en verdad viven y
los abejorros en ventad vuelan o porque la Biblia misma enseña que Dios es
omnipresente y eterno?
Calvino
varias veces hace una distinción entre «necesidad» y «compulsión» con respecto
a nuestra voluntad; los que no creen necesariamente pecan, pero nada los obliga
a pecar contra su voluntad. En respuesta a la objeción de que un acto no puede
ser voluntario si es un acto necesario, Calvino señala las buenas obras de Dios
(que necesariamente hace el bien) y las obras malas del diablo (que
necesariamente hace el mal):
Si El Hecho De Que Por Necesidad Tiene Que Hacer El Bien No Le Impide A
La Libre Voluntad De Dios Hacer El Bien; Y Si El Diablo, Que No Es Capaz De Hacer
Más Que El Mal.
Este
es el caso con la analogía de Cottrell del hombre que usa una palanca para
mover una roca. Él dice que la palanca «no es una verdadera causa segunda, sino
sólo un instrumento de la causa real» (The Nature ofthe Divine Sovereignty), p.
104).
Pero
aquí Cottrell comete un error común, dando por sentado que las analogías de la
experiencia humana, antes que el testimonio de la Biblia misma, puede
determinar lo que es una causa real y lo que no lo es. La analogía de un hombre
usando una palanca para mover una roca no encaja, porque Dios es mucho más
grande que cualquier hombre, y nosotros como personas reales somos mucho más
grandes que cualquier palanca peca voluntariamente, ¿quién osará decir que el
hombre no peca menos voluntariamente porque está sujeto a la necesidad de
pecado.
NOTA: La falta de respaldo bíblico para esta idea
arminiana fundamental es evidente en la consideración que hace Jack Cottrell
del libre albedrío. Después de explicar acertadamente que los calvinistas dicen
que somos libres sólo en el sentido de tomar decisiones voluntarias, Cottrell
dice: «A mi juicio, sin embargo, la mera capacidad de actuar de acuerdo a los
deseos de uno no es suficiente criterio de libertad» (The Nature ofthe Divine
Sovereignty), p. 103, énfasis mío). Luego no da ninguna evidencia de la Biblia
para mostrar por qué es esta su opinión (pp. 103-4).
Yo respondería que Cottrell simplemente ha
importado a la consideración una presuposición no bíblica en cuanto a la
naturaleza de la libertad humana y luego ha pronunciado al calvinismo como
incapaz de satisfacer su criterio (no bíblico).
¿Quiénes
somos nosotros para decir que las decisiones que de alguna manera Dios causó no
pueden ser verdaderas decisiones? ¿En base a qué podemos probar eso? En la Biblia
Dios nos dice que él ordena todo lo que sucede.
También
nos dice que nuestras decisiones y acciones son significativas a su vista y que
somos responsables ante él de nuestras acciones. Necesitamos simplemente creer
estas cosas y cobrar aliento en ellas. Después de todo, sólo él determina lo
que es significativo, lo que es real, y lo que es responsabilidad personal
genuina en el universo.
Pero
¿tienen nuestras acciones algún efecto en Dios? En este punto los armiñamos objetarán
que si bien los calvinistas pueden decir que una decisión que Dios causa es una
decisión real, no es real en sentido definitivo, porque, según el concepto calvinista,
nada de lo que Dios hace puede jamás ser una respuesta a lo que nosotros
hacemos. Jack Cottrell dice:
El Calvinismo Es Todavía Una Teología De Determinismo En Tanto Y En
Cuanto Declara Que Nada Que Dios Hace Puede Ser Condicionado Por El Hombre Ni
Puede Ser Una Reacción A Algo En El Mundo. La Idea De Que Un Dios Soberano
Siempre Debe Actuar Y Nunca Reaccionar Es Un Punto En El Cual Casi Todos Los
Calvinistas Parecen Concordar.
Los Teólogos Reformados Concuerdan Que El Decreto Eterno Es
Incondicional Y Absoluto. «La Teología Del Decreto Decreta Que «Dios No Puede
Ser Afectado Por Nada, Ni Responder A Nada Externo A Él», Dice Daane.
Pero
aquí Cottrell ha entendido malla teología reformada por dos razones.
Primero, él ha citado a James Daane, quién; aunque
pertenece a la Iglesia Cristiana Reformada, ha escrito como oponente, no
defensor, de la teología reformada clásica, y su afirmación no representa una
posición que los teólogos reformados endosarían.
Segundo, Cottrell ha confundido los decretos de Dios antes
de la creación con las acciones de Dios en el tiempo. Es cierto que los
calvinistas dirían que los decretos eternos de Dios no fueron influidos por
ninguna de nuestras acciones ni pueden ser cambiados por nosotros, puesto que
fueron hechos antes de la creación.
Pero
concluir de eso que los calvinistas piensan que Dios no reacciona en el tiempo
a nada que hacemos, o que no es influenciado por nada que hagamos, es
sencillamente falso. Ningún teólogo calvinista que yo conozca jamás ha dicho
que Dios no sea influenciado por lo que hacemos o que no reacciona a lo que
nosotros hacemos.
Se
aflige por nuestro pecado. Se deleita en nuestra alabanza. Responde a nuestras
oraciones. Decir que Dios no reacciona a nuestras acciones es negar toda la
historia de la Biblia de Génesis a Apocalipsis.
Un
calvinista añadiría que Dios ha decretado eternamente que él va a respondernos como
lo hace. Es más, ha decretado que actuará como nosotros y que responderá a
nuestras acciones. Pero sus respuestas son con todo genuinas, sus respuestas a
las oraciones son todavía respuestas genuinas a la oración, su deleite en
nuestra alabanza es todavía deleite genuino.
Cottrell
podría, por supuesto, objetar que una respuesta que Dios ha planeado hace mucho
tiempo no es una respuesta real, pero esto es muy diferente de decir que los
calvinistas creen que Dios no responde a lo que nosotros hacemos. Todavía más,
volvemos a la misma presuposición sin respaldo que subyace a esta objeción:
¿Sobre qué base bíblica puede Cottrell decir que una respuesta que Dios ha
planeado hace mucho tiempo no es una respuesta rea ?
Aquí
es útil que nos demos cuenta de que no hay otra realidad en el universo excepto
lo que Dios mismo ha hecho. ¿Es una tormenta que Dios causa una tempestad real?
¿Es un rey que Dios establece en un trono un verdadero rey? ¿Es una palabra que
Dios me hace decir (Sal 139: 4; Pr 16:1) una palabra real? ¡Por supuesto que
son reales! ¡No hay otra realidad que la que Dios produce!
Entonces
¿es una decisión humana que de alguna manera Dios hace que se tome una decisión
real? Sí, lo es, de la misma manera que una tempestad o un rey son reales
conforme a sus propias características y propiedades. La decisión que tomamos
no es una decisión «forzada» o «involuntaria»; tomamos decisiones todo el
tiempo, y no tenemos absolutamente la sensación de ser coaccionados u obligados
a escoger una cosa en lugar de otra.
Ahora
bien, algunos tal vez objeten que esta noción nos convierte en «títeres» o «robots».
Pero no somos ni títeres ni robots sino personas reales. Los títeres y los
robots no tienen el poder de tomar decisiones personales ni tampoco pensamiento
individual. Nosotros, al contrario, pensamos, decidimos y escogemos.
De
nuevo, el arminiano erróneamente toma la información de nuestra situación como
seres humanos y usa esa información para colocar limitaciones en lo que Dios
puede o no puede hacer. Todas estas analogías de la experiencia humana no
reconocen que Dios es mucho más grande que nuestras capacidades humanas
limitadas.
Es
más, nosotros somos mucho más reales y complejos que cualquier robot o títere
jamás lo será; somos personas en todo sentido de la palabra creadas por un Dios
infinitamente poderoso e infinitamente sabio.
Mucha
de nuestra dificultad para entender cómo Dios puede hacer que escojamos algo
voluntariamente surge de la naturaleza finita de nuestra existencia como criaturas.
En un mundo hipotético en donde todas las cosas vivas creadas por Dios fueran
plantas enraizadas en el suelo, podríamos imaginamos a una planta debatiendo con
otra de que Dios no podía hacer criaturas vivas que puedan moverse por la
tierra, porque ¿cómo podrían llevar consigo sus raíces?
Y si
las raíces no están en el suelo, ¿cómo podrían recibir su nutrición? Una planta
«arminiana» incluso podría argumentar: «Para que Dios pudiera crear un mundo
con cosas vivas, tuvo que crearlas con raíces y con las características de vivir
toda su vida en un solo lugar.
Decir
que Dios no pudo crear cosas vivas que se muevan por la tierra no es un reto a la
omnipotencia de Dios, porque eso es simplemente decir que no puede hacer cosas que
lógicamente no se pueden hacer. Por consiguiente, es imposible que Dios hubiera
creado un mundo en donde las cosas vivas también tuvieran la capacidad de
moverse por la tierra». El problema con esta planta es que ha limitado el poder
de Dios en virtud de su propia experiencia «como planta».
En un
nivel más alto, podríamos imaginamos una creación que tuviera plantas y
animales pero no seres humanos. En esa creación, podemos imaginarnos un debate entre
un perro «calvinista» y un perro «arminiano», en donde el perro «calvinista»
argumentaría que es posible que Dios creara criaturas que no sólo pueden comunicarse
una con otra mediante ladridos sino que también pueden imprimir sus ladridos en
marcas sobre un papel y pueden enviarlas silenciosamente para que las entiendan
otras criaturas a muchos días de distancia, criaturas que nunca han visto a la
criatura que envía y que anotó sus ladridos en el papel.
El
perro «arminiano» respondería que Dios no puede hacer tal cosa, porque esencial
a la idea de comunicación entre criaturas es oír y ver (Y por lo general olfatear)
a la criatura de la cual se recibe la comunicación. Decir que puede haber
comunicación sin jamás ver, oír u oler a la otra criatura ¡es una idea absurda!
Está más allá del rango de acontecimientos posibles y es lógicamente
inconcebible. Por consiguiente, es imposible pensar que Dios pudiera crear una
criatura con tales capacidades de comunicación.
En
ambos casos, la planta «arminiana» y el perro «arminiano» se equivocan, porque
han limitado incorrectamente lo que Dios puede crear, deduciendo lo que es
posible para Dios (en opinión de ellos) de su propia existencia finita en
calidad de criaturas. Pero esto es muy similar al teólogo arminiano que afirma
(en base a su propia percepción de la experiencia humana) que Dios no puede
crear una criatura que toma decisiones voluntarias, significativas, y que esas
decisiones son con todo ordenadas por Dios.
De
modo similar, el teólogo arminiano que argumenta que Dios no puede ordenar que
el mal tenga lugar y no tener él mismo la culpa de ese mal está limitando a
Dios basándose meramente en la observación de la experiencia humana finita.
NOTA: No estoy seguro si Cottrell podría objetar
que una respuesta planeada por Dios hace mucho tiempo no es una respuesta real,
porque él mismo habla de que Dios tuvo conocimiento previo de nuestras acciones
y entonces planeó cómo respondería a ellas. Él dice: «Incluso antes de la
creación Dios sabía de antemano todo acto del libre albedrío. Nada toma a Dios
por sorpresa.... Dios sabía, incluso antes de la creación, cuándo y cómo tendría
que intervenir en este mundo para realizar sus propósitos.
El conocimiento previo de Dios también le permite
planear sus propias respuestas y usos de las decisiones humanas incluso antes
de que sean hechas» (The Nature of the Divine Sovereignty), p. 112). Pero si
Cottrell está dispuesto a decir que Dios planeó hace mucho tiempo cómo
respondería a las decisiones humanas, es dificil ver cómo puede objetar a la
posición calvinista de que Dios decretó hace mucho tiempo cómo respondería
cuando oramos o actuamos.
¿ESTIMULA EL CONCEPTO CALVINISTA DE LA PROVIDENCIA UN FATALISMO
PELIGROSO O UNA TENDENCIA A «VIVIR COMO ARMINIANOS»?
El
concepto de la providencia presentado arriba enfatiza la necesidad de una
obediencia responsable, así que no es correcto decir que anima la clase de
fatalismo que dice que lo que será, será. Los que acusan a los escritores
reformados de creer esto no han entendido la doctrina reformada de la
providencia.
Pero,
¿viven los calvinistas «como arminianos» de todas maneras? Tanto los
calvinistas como los arminianos creen que nuestras acciones tienen de veras
resultados y que son significativas eternamente. Ambos concuerdan en que somos responsables
de nuestras acciones y que tomamos decisiones voluntarias. Ambos grupos
concuerdan en que Dios responde a la oración, que proclamar el evangelio resulta
en personas que se salvan, y que la obediencia a Dios resulta en bendiciones en
la vida, en tanto que la desobediencia resulta en la falta de la bendición de
Dios.
Pero
las diferencias son muy significativas. Los calvinistas, cuando son fieles a su
doctrina, vivirán con una confianza mucho más comprehensiva en Dios en toda circunstancia
y con una libertad de afán por el futuro mucho mayor, porque están convencidos,
no solamente que Dios de alguna manera hará que sus principales propósitos
resulten bien al final, sino que todas las cosas obran para el bien de los que
aman a Dios y que son llamados conforme a su propósito (Ro 8:28).
También
estarán agradecidos a Dios por todos los beneficios que nos llegan de cualquier
parte, porque el que cree en la providencia tiene la certeza de que todas las
cosas que suceden no ocurren por casualidad en el universo, ni por el «libre
albedrío» de otro ser humano, sino que es en última instancia la bondad de Dios
mismo.
También
tendrán mayor paciencia en la adversidad, sabiendo que esta no ha surgido
debido a que Dios no pudo prevenirla, sino que ella, también, es parte del
sabio plan de Dios. Así que la diferencia es inmensa. Calvino dice:
Cuando Consideramos Este Conocimiento, Necesariamente Se Seguirá El
Agradecimiento De Corazón En La Prosperidad, Y La Paciencia En La Adversidad, Y
Además, Una Singular Seguridad Para El Porvenir. La Mayor De Las Miserias Es
Ignorar La Providencia De Dios; Y Que, Al Contrario, La Suma Felicidad Es
Conocerla. NOTA: Richard Rice, «Divine Foreknowledge and
Free-Will Theism», en The Gnue of God, the Will of Man, pp. 121-39, torna esta
posición (vea esp. pp. 129, 134-37). Rice dice: «Dios sabe mucho de lo que va a suceder.
Todo lo que Dios no sabe es el contenido de las decisiones libres futuras, y
esto se debe a que las decisiones todavía no están allí para conocerse sino
cuando ocurran» (p. 134). A fin de tornar esta posición y mantener la
omnisciencia de Dios, Rice redefine la omnisciencia:
«Un ser omnisciente sabe todo lo que es lógicamente
conocible» (p. 128), Y luego define «lógicamente conocible» para excluir las
decisiones humanas futuras. Sobre esta base Rice argumenta que Dios no sabe los
resultados de las decisiones futuras libres de los seres humanos, puesto que no
son lógicamente conocibles.
Clark Pinnock también explica cómo llegó a esta
posición: «Supe el argumento calvinista de que él conocimiento previo
exhaustivo equivalía a predestinación porque implica la fijación de toda las
cosas desde "la eternidad el pasado", y no pude despojarla de su
fuerza lógica» (From Augustine to Arrninius: A Pilgrirnage in Theology), en The
Grace of God, the Will of Man, p. 25). Él rechazó el conocimiento previo
exhaustivo y decidió que «Dios sabe todo lo que se puede saber pero que las decisiones
libres no serían algo que se puede conocer aun por Dios debido a que todavía no
están fijas en la realidad. Las decisiones que todavía no se toman no existen
en ninguna parte para ser conocidas ni siquiera por Dios. Dios también avanza
al futuro no plenamente conocido porque todavía no está fijo»