¿QUÉ SON LOS MILAGROS? ¿PUEDEN SUCEDER HOY?
EXPLICACIÓN Y BASE
BÍBLICA
Cualquier
consideración del tema de los milagros se conecta estrechamente con la
providencia de Dios, tema que fue tratado en el capítulo previo. Allí
argumentamos que Dios ejerce un control extensivo, continuo y soberano sobre
todos los aspectos de su creación. Este capítulo dará por sentado una
comprensión de esa consideración de la providencia y se fundará sobre ella para
abordar el asunto de los milagros.
A. DEFINICIÓN
Podemos
definir un milagro como sigue: Un milagro es una actividad de Dios de tipo menos
común en el cual él despierta el asombro y sorpresa de las personas, y da
testimonio de sí mismo.1 Esta definición toma en cuenta lo que entendimos antes
sobre la providencia de Dios mediante la cual Dios preserva, controla y
gobierna todas las cosas. Si entendemos la providencia de esta manera,
naturalmente evitaremos algunas explicaciones o definiciones comunes de
milagros.
Por
ejemplo, una definición de milagro es «una intervención directa de Dios en el
mundo». Pero esta definición da por sentado una noción deísta de las relaciones
de Dios con el mundo, en el cual el mundo continúa por cuenta propia y Dios
interviene en él sólo ocasionalmente. Este, por cierto, no es el punto de vista
bíblico, de acuerdo al cual Dios hace que la lluvia caiga (Mt 5: 45), hace que
la hierba crezca (Sal 104: 14) y continuamente sustenta toda las cosas con la
palabra de su poder (Heb 1: 3).
Otra
definición de milagro es «una actividad más directa de Dios en el mundo». Pero
hablar de una obra «más directa» de Dios sugiere que su actividad providencial
ordinaria de alguna manera no es «directa» y de nuevo da indicios de cierto
alejamiento deísta de Dios de su mundo. Otra definición es «Dios obrando en el
mundo sin el uso de medios para producir los resultados que desea».
Sin
embargo hablar de que Dios obra «sin medios» nos deja con muy pocos, si acaso
alguno, milagros en la Biblia, porque es difícil pensar en un milagro que se
haya producido absolutamente sin ningún medio; en la curación de las personas,
por ejemplo, algunas de las propiedades físicas del cuerpo del enfermo sin duda
intervinieron como parte de la curación. Cuando Jesús multiplicó los panes y
los pescados, por lo menos usó los cinco panes y dos pescados originales que
tenían. Cuando cambió el agua en vino, usó agua y la convirtió en vino. Esta
definición, pues, parece inadecuada.
Otra
definición de milagro es «una excepción a una ley natural» o «Dios actuando
en
forma contraria a las leyes de la naturaleza». Pero la frase «leyes de la
naturaleza » en el entendimiento popular implica que hay ciertas cualidades
inherentes en las cosas que existen, «leyes de la naturaleza» que operan
independientemente de Dios, y que Dios debe intervenir o «romper» estas leyes
para que ocurra un milagro.
De
nuevo, esta definición no toma debidamente en cuenta la enseñanza bíblica sobre
la providencia.
Otra
definición de milagro es «un hecho imposible de explicar por causas naturales ».
Esta definición es inadecuada porque;
(1) No incluye a Dios como el que produce el milagro;
(2) Da por sentado que Dios no usa algunas causas naturales cuando obra de
una manera inusual o sorprendente, y por lo tanto da por sentado de nuevo que
Dios sólo interviene ocasionalmente en el mundo; y;
(3) resultará en una minimización significativa de los milagros genuinos y
un aumento del escepticismo, puesto que muchas veces cuando Dios obra en
respuesta a la oración el resultado es asombroso para los que oraron pero no es
absolutamente imposible de explicar mediante causas naturales, especialmente
para el escéptico que simplemente rehúsa ver la mano de Dios en acción.
Por
consiguiente, la definición original origina que se dio previamente, en la que
un milagro es sencillamente una manera menos común de Dios obrar en el mundo,
parece ser preferible y más de acuerdo con la doctrina bíblica de la
providencia de Dios. Esta definición no dice que un milagro es una clase
diferente de obra de parte de Dios, sino que es una manera menos común de Dios
de obrar y que lo hace así para despertar la sorpresa, el asombro o la
admiración de las personas de tal manera que Dios da testimonio de sí mismo.
La
terminología bíblica con referencia a los milagros frecuentemente apunta a esta
idea del poder de Dios en acción para despertar el asombro y admiración de los
seres humanos. Se emplean primordialmente tres conjuntos de términos:
(1) «Señales» (heb. ot; gr. semeion), que significa algo que apunta a otra
cosa o la indica, especialmente (con referencia a los milagros) la actividad y
poder de Dios;
(2) «Maravillas» (heb. mopet; gr. teras), que es algo que hace que las
personas se asombren o se aturdan; y
(3) «Milagros» o «prodigios» (heb. geburah; gr. dunamis,) demostración de
gran poder, especialmente (con referencia a los milagros) poder divino.
A menudo
«señales milagrosas y prodigios» se usa como expresión regular para referirse a
los milagros (Éx 7:3; Dt 6:22; Sal 135:9; Hch 4:30; 5:12; Ro 15:19; et al.), y
a veces los tres términos se combinan: «milagros, señales y prodigios» (Hch 2:
22) o «señales, prodigios y milagros» (2ª Co 12:12; Heb 2: 4).
NOTA: Sin embargo, si alguien definiera un milagro
como una obra de Dios aparte del uso ordinarios de medios, para despertar el
asombro y sorpresa de las personas, esto sería similar en fuerza a la
definición que propuse arriba y sería consistente con la enseñanza bíblica
sobre la providencia de Dios (vea L. Berkhof, Systematic Theology, pp. 176-77).
Si la frase «ley natural» la entienden los
cristianos simplemente para referirse a los patrones previsibles de conducta que
Dios da y mantiene en cada cosa creada, entonces esta definición es menos
objetable porque conscientemente toma en cuenta la providencia de Dios. Pero la
frase "ley natural» por lo general no se la entiende de esa manera en el
inglés de hoy.
EI verbo ztaumazo, "admirarse, asombrarse»,
frecuentemente se usa en los Evangelios para describir la reacción de las
personas a los milagros.
Vea la extensiva consideración del vocabulario del
Nuevo Testamento para milagros en W. Mund1e, O. Hofius, y C. Brown, «Miracle, Wonder,
Sign», NIDNTT, 2: 620-35.
Además
de los significados de los términos que se usan para denotar milagros, otra
razón que respalda esta definición es el hecho de que los milagros en la Biblia
en efecto despiertan el asombro y admiración de las personas, e indican que el
poder de Dios está actuando. La Biblia frecuentemente nos dice que Dios mismo
es el que realiza «milagros» o «cosas maravillosas». Salmo 136:4 dice que Dios
es el «único que hace grandes maravillas» (Sal 72: 18).
El
canto de Moisés declara:
¿Quién, Señor, Se Te Compara Entre Los Dioses? ¿Quién Se Te Compara En
Grandeza Y Santidad?
Tú, Hacedor De Maravillas, Nos Impresionas Con Tus Portentos (Éx 15:
11).
Por
tanto, las señales milagrosas que Moisés hizo cuando su vara se convirtió en
una culebra y de nuevo en vara, o cuando su mano se volvió leprosa y después quedó
limpia de nuevo (Éx 4: 2-8), fueron dadas para que Moisés pudiera demostrar al
pueblo de Israel que Dios le había enviado.
De
manera similar, las señales milagrosas que Dios hizo por mano de Moisés y Aarón
mediante las plagas, muy superiores a los falsos milagros o señales de
imitación hechas por los magos de la corte del faraón (Éx 7: 12; 8: 18-19;
9:11), mostraron que los del pueblo de Israel eran los que adoraban al único
Dios verdadero. Cuando Elías se enfrentó a los sacerdotes de Baal en el monte
Carmelo (1ª R 18: 17-40), el fuego del cielo demostró que el Señor era el único
Dios verdadero.
Si
aceptamos la definición de que un milagro es «una actividad de Dios de clase menos
común en la que él despierta el asombro y admiración de las personas y da testimonio
de sí mismo», podemos preguntar qué clase de cosas se deben considerar milagros.
Por supuesto, tenemos razón al considerar la encarnación de Jesús como
Dios-hombre y la resurrección de Jesús de los muertos como el milagro más central
y más importante de toda la historia. Los acontecimientos del éxodo como la
división del Mar Rojo y la caída de Jericó fueron milagros impresionantes.
Cuando
Jesús sanó personas y limpió leprosos y echó fuera demonios, esos ciertamente fueron
también milagros (vea Mt 11: 4-5; Lc 4: 36-41; Jn 2: 23; 4: 54; 6: 2; 20: 30-31).
Pero
¿podemos considerar las respuestas inusuales a la oración como milagros?
Aparentemente
sí, si son tan impresionantes que despiertan el asombro y admiración de las
personas y hacen que reconozcan el poder de Dios en acción; la respuesta a la
oración de Elías de que Dios enviara fuego del cielo fue un milagro (1ª R 18: 24,
36-38), así como la respuesta a sus oraciones de que el hijo muerto de la viuda
volviera a la vida (1ª R 17: 21), o que la lluvia dejara de caer y después
volviera a caer (1ª R 17: 1; 18: 41-45 con Stg 5: 17-18).
En el
Nuevo Testamento, la liberación de Pedro de la cárcel en respuesta a las
oraciones de la iglesia fue ciertamente un milagro (Hch 12: 5-17; note también
la oración de Pablo por el padre de Publio en Hch 28: 8).
Pero
debe haber habido muchos milagros no tan dramáticos como esos, porque Jesús
sanó a muchos cientos de personas, «todos los que padecían de diversas
enfermedades» (Lc 4: 40). Pablo sanó a «los demás enfermos de la isla» (Hch 28:
9).
Por
otro lado, los cristianos ven respuestas a la oración todos los días, y no
debemos diluir nuestra definición de milagro tanto que a toda respuesta a la
oración se le llame milagro. Pero cuando una respuesta a la oración es tan
asombrosa que los involucrados en ella quedan asombrados y reconocen el poder
de Dios en acción de una manera inusual, entonces parece apropiado llamarlo un
milagro.6 Esto encaja bien con nuestra definición y parece respaldada por la
evidencia bíblica de que a las obras de Dios que despertaron el asombro y
admiración de las personas se les llamó milagros (gr. dunamisf
Pero
sea que adoptemos una definición amplia o estrecha de milagro, todos, convendríamos
en que si Dios realmente obra en respuesta a nuestras oraciones, sea de maneras
comunes o no comunes, es importante que reconozcamos esto y le demos gracias, y
que no lo pasemos por alto ni vayamos a extremos para concebir posibles «causas
naturales» para explicar y descartar lo que Dios en efecto ha hecho en
respuesta a la oración. Aunque debemos ser cuidadosos de no exagerar al
informar los detalles de la respuestas a la oración, también debemos evitar el
error opuesto de no glorificar y agradecer a Dios por lo que él ha hecho.