INTRODUCCIÓN
En el
Nuevo Testamento, las señales milagrosas de Jesús atestiguaban que él había
venido de Dios; Nicodemo reconoció: «Nadie podría hacer las señales que tú haces
si Dios no estuviera con él» Gn 3: 2). El hecho de que Jesús cambió el agua en vino
fue una «señal» que «reveló su gloria, y sus discípulos creyeron en él» Gn 2:
11).
De
acuerdo a Pedro, Jesús fue «un hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros,
señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de él» (Hch
2: 22).
Luego,
en la iglesia primitiva, los apóstoles y otros que predicaban el evangelio realizaron
milagros que asombraron a las personas y dieron confirmación del evangelio que
se estaba predicando (Hch 2: 43; 3: 6-10; 4: 30; 8: 6-8, 13; 9:40-42;). Incluso
en iglesias donde no había apóstoles presentes ocurrieron milagros.
Por
ejemplo, Pablo, al escribir a varias iglesias en la región de Galacia (vea Gá 1:
1), da por sentado esto cuando pregunta: «Al darles Dios su Espíritu y hacer
milagros entre ustedes, ¿lo hace por las obras que demanda la ley o por la fe
con que han aceptado el mensaje?» (Gá 3:5). De modo similar, menciona en la
iglesia de Corinto «los que hacen milagros» (1ª Co 12:28) y menciona «poderes
milagrosos» (1ª Co 12:10) como un don distribuido por el Espíritu Santo.
Estos
dos versículos son especialmente significativos porque 1 Corintios 12:4-31 no
está considerando una situación específica en Corinto sino la naturaleza de la
iglesia en general como «cuerpo de Cristo» con muchos miembros y sin embargo un
solo cuerpo.
Es
más, parece ser característica de la iglesia del Nuevo Testamento que se
producían milagros: En el Antiguo Testamento los milagros parecían ocurrir
primordialmente en conexión con un líder prominente por un tiempo, tal como
Moisés, Elías o Elíseo. En el Nuevo Testamento hay un súbito aumento sin
precedentes en los milagros cuando Jesús empieza su ministerio (Lc 4: 36-37,40-41).
Sin
embargo, contrario al patrón del Antiguo Testamento, la autoridad para obrar
milagros y echar fuera demonios no estuvo confinada sólo a Jesús mismo, ni
tampoco terminaron los milagros cuando Jesús volvió al cielo. Incluso durante
su ministerio, Jesús dio la autoridad para sanar los enfermos y echar fuera
demonios no sólo a los doce, sino también a setenta de los discípulos (Lc 10:
1, 9, 17-19; Mt 10: 8; Lc 9: 49-50).
Todavía
más, los pasajes anotados arriba de 1ª Corintios y Gálatas indican que la realización
de milagros no estuvo confinada a los setenta discípulos, sino que fue
característica de las iglesias de Galacia y de las iglesias del Nuevo
Testamento en general. Esto sugiere que la realización de milagros es una
característica de la iglesia del Nuevo Testamento y se puede ver como una
indicación de la poderosa nueva obra del Espíritu Santo que empezó en
Pentecostés y se puede esperar que continúe en toda la era de la iglesia.
NOTA: Otros tal vez preferirían restringir más su
definición de milagros, reservado el término (por ejemplo) para acontecimientos
que absolutamente no podrían haber sucedido mediante medios ordinarios y que
son ampliamente atestiguados y documentados por varios observadores
imparciales. En ese caso, verán muchos menos milagros especialmente en una
sociedad escéptica y anti sobrenatural. Pero tal definición tal vez no abarque
toda las clases de cosas que Pablo tenía en mente cuando hablaba de milagros en
las iglesias de Corinto (1ª Co 12: 10,28-29).
Y de Galacia (Gá 3: 5), y puede impedir que algunos
reconozcan el don de milagros cuando es dado a los cristianos hoy. (Por
supuesto, los cristianos que sostienen una definición tan restringida con todo
de buen grado agradecerán a Dios por muchas respuestas a las oraciones que ellos
no llamarían milagros).
Lo apropiado de tal definición no se pierde
simplemente porque al mismo acontecimiento algunos lo llamen milagro, y otros
digan que es un acontecimiento ordinario, porque la evaluación de las personas
de un suceso variará dependiendo de su proximidad al suceso, las
presuposiciones de su cosmovisión, y si son cristianos o no.
Note, por ejemplo, que Pablo dice que Dios ha dado
en la iglesia, «en primer lugar, Apóstoles." (1ª Co 12:28).
Pero no había apóstoles dados específicamente a la
iglesia de Corinto. Por consiguiente, este pasaje debe estar hablando de la
iglesia en general.
B. Warfield, Counteifeit Miracles (Bannerof Truth,
Edinburgh, 1972; primero publicado en 1918), nota que en la iglesia de Corinto
los que tomaban parte en el culto ordinario de adoración en la iglesia pueden a
menudo haber tenido un don milagroso para ejercen. Dice que «no hay razón para
creer que la congregación infante en Corinto era singular en esto. El apóstol
no escribe como si estuviera describiendo un estado maravilloso de asuntos
peculiar a esa iglesia.
Los indicios del resto de sus cartas y en el Libro
de Hechos nos requiere, en consecuencia, mirar a este hermoso cuadro de
adoración cristiana como uno que sería verdad en la vida de cualquiera de las
numerosas congregaciones que iniciaron los apóstoles a lo ancho y largo del
mundo que visitaron y en donde predicaron.
Tenemos justificación para considerar
característica de las iglesias apostólicas que tales dones milagrosos debían
exhibirse en ellas. La excepción sería, no una iglesia con tales dones, sino
una iglesia sin ellos" (pp. 4-5).
Warfield continúa: «Por todas partes la iglesia
apostólica se caracterizó como siendo ella mismo un don de Dios, al exhibir la
posesión del Espíritu en obras apropiadas del Espíritu: milagros de sanidad y
milagros de poder, milagros de conocimiento sea en la forma de profecía o de
discernimiento de espíritus, milagros del habla. Sea el don de lenguas o el don
de interpretación. La iglesia apostólica era característicamente una iglesia
que obraba milagros" (Counteifeit Miracles, p. 5).
Aunque yo concordaría con el análisis de Warfield
de la evidencia del Nuevo Testamento en este asunto, hay ciertamente campo para
discrepar con su punto subsecuente, y la principal contención de su libro, de
que la iglesia después de la edad de los apóstoles experimentó la cesación de
dones milagrosos, y que hoy no se deben esperar tales dones. Porque Dios los
propuso sólo para confirmar el mensaje apostólico inicial durante el tiempo cuando
los apóstoles todavía estaban vivos.
Vea más consideración de este asunto en el capítulo
52, abajo, sobre los dones espirituales y la cuestión del tiempo de cesación de
algunos dones.