OTRO PUNTO DE VISTA EVANGÉLICO: LA POSICIÓN ARMINIANA

Hay una posición alterna principal que sostienen muchos evangélicos, a la que por conveniencia hemos llamado punto de vista «arminiano». 

Entre las denominaciones en el evangelicalismo contemporáneo, los metodistas y nazarenos tienden a ser completamente arminianos, en tanto que presbiterianos y cristianos reformados tienden a ser completamente reformados (por lo menos de acuerdo a su declaración de fe denominacional).
Ambos puntos de vista se hallan entre bautistas, episcopales (aunque los treinta y nueve artículos tienen un énfasis claramente reformado), dispensacionalistas, iglesias evangélicas libres, luteranas (aunque Martín Lutero estuvo en el campo reformado en este asunto), las iglesias de Cristo, y la mayoría de los grupos carismáticos y pentecostales (aunque denominaciones pentecostales como las Asambleas de Dios han sido predominantemente arminianas).
Los que sostienen una posición arminiana mantienen que a fin de preservar la verdadera libertad humana y las verdaderas decisiones humanas que son necesarias para la personalidad humana genuina, Dios no puede causar o planear nuestras decisiones.
Por consiguiente, concluyen que la intervención providencial de Dios en la historia o su control no debe incluir todo detalle específico de todo acontecimiento que sucede, sino que Dios simplemente responde a las decisiones y acciones humanas conforme tienen lugar y lo hace de una manera que a la postre sus propósitos se realizan en el mundo.
Los que sostienen esta posición afirman que los propósitos de Dios en el mundo son más generales y se pueden realizar mediante muchas clases diferentes de acontecimientos específicos. Así que el propósito o plan de Dios para el mundo «no es un plan que abarca todas las contingencias futura» sino «un programa dinámico para el mundo, el resultado del cual depende en parte del hombre».
Cottrell dice: «Dios no tiene un propósito específico e incondicional para cada discreta partícula, objeto, persona y evento dentro de la creación». Los arminianos creen que Dios logra su meta global al responder y utilizar las decisiones libres de los seres humanos, sean lo que sean.
Pinnock dice que la «predestinación no se aplica a toda actividad individual, sino más bien que es el propósito comprensivo de Dios que es el contexto estructural en que se mueve la historia».
Todavía más, los que abogan por la posición arminiana mantienen que la voluntad de Dios no puede incluir el mal. Pinnock dice: «La caída del hombre es una refutación elocuente de la teoría de que siempre se hace la voluntad de Dios».
Afirma que «no es cierto» que la voluntad de Dios «siempre se cumple en la perdición del perdido». Y Howard Marshall muy claramente afirma: «No es cierto que todo lo que sucede es lo que Dios desea». Estas afirmaciones indican claramente que las diferencias entre las posiciones reformadas y arminiana no son solo diferencias en terminología; hay un verdadero desacuerdo en sustancia.
NOTA: El ensayo de Cottrell es, a mi juicio, el más comprehensivo y persuasivo de muchos excelentes ensayos arminianos en este libro; el libro como un todo está hecho en forma responsable y es probablemente la mejor representación reciente del pensamiento arminiano. Cottrell no niega la omnisciencia divina respecto a acontecimientos futuros como lo hacen los ensayos de Clark Pinnock y Richard Rice en el mismo volumen, y esto lo pone más de cerca al arminianismo intuitivo que les parece apropiado a muchos laicos evangélicos hoy.
Howard Marshall afirma esto en varios puntos en «Predestination in the New Testament», Grace Unlimited, pp. 127-43. Marshall usa la analogía de una banda de jazz en donde los músicos individuales pueden improvisar libremente, pero la meta y unidad global de la pieza musical se preserva sea como sea (p. 133). De este modo, «la Biblia tiene el cuadro de un Dios que decide medidas frescas en la historia e interactúa con la voluntad de los hombres junto con el cuadro de un Dios que planea las cosas en la eternidad del pasado, y ambos cuadros son igualmente válidos» (Marshall, p. 141).
Se presentan varios argumentos en defensa de la posición arminiana. He intentado resumirlos en los cuatro puntos principales que siguen.
1. LOS VERSÍCULOS CITADOS COMO EJEMPLOS DEL CONTROL PROVIDENCIAL DE DIOS SON EXCEPCIONES Y NO DESCRIBEN LA MANERA EN QUE DIOS OBRA ORDINARIAMENTE EN LA ACTIVIDAD HUMANA.
Al examinar los pasajes del Antiguo Testamento que se refieren a la intervención providencial de Dios en el mundo, David].
A. Clines dice que las predicciones y afirmaciones de Dios en cuanto a sus propósitos se refieren a acontecimientos limitados o específicos:
Casi Todas Las Referencias Específicas A Los Planes De Dios Tienen A La Vista Un Acontecimiento En Particular O Una Serie Limitada De Acontecimientos, Por Ejemplo, «Lo Que Tiene Proyectado En Contra Del País De Los Babilonios» Jer 50: 45). Todavía Más, No Es Cuestión De Un Solo Plan Divino; Varios Pasajes Hablan De Varias Intenciones, Y Algunas Referencias Son En Verdad A Planes De Dios En Plural [Los Pasajes Son] Una Aseveración De Que Dentro De La Historia Dios Está Realizando Sus Propósitos.
Jack Cottrell concuerda que en algunos casos Dios interviene en el mundo de una manera nada común, usando «manipulación sutil de tales leyes [naturales] y estados mentales».
Pero llama a estos acontecimientos nada usuales «providencia especial», y dice: «Es natural que el Antiguo Testamento abunde en relatos de providencia especial. Pero no tenemos razón para dar por sentado que Dios estaba obrando en Australia y América del Sur de tales maneras al mismo tiempo».
2. EL CONCEPTO ARMINIANO ERRÓNEAMENTE CULPA A DIOS DEL PECADO.
Los que sostienen una posición arminiana preguntan: «¿Cómo puede Dios ser santo si decreta que pequemos?» Afirman que Dios no es el «autor del pecado», que «Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie» (Stg 1: 13), que «Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad» (1ª Jn 1: 5), y que «El Señor es justo; y en él no hay injusticia» (Sal 92: 15).
El concepto de la providencia de Dios que se aboga arriba, dirían, nos hace títeres o robots que no pueden hacer nada aparte de lo que Dios nos hace hacer. Pero esto impone reproche moral en Dios, porque Marshall dice: «Yo soy responsable de lo que mi agente hace».39 Pinnock afirma que «es blasfemo mantener, como lo hace esta teoría, que la rebelión del hombre contra Dios en cierto sentido es el producto de la voluntad soberana o causalidad primaria de Dios».
NOTA: De modo similar, James D. Strauss, «God's Promise and Universal History», Grace Unlimited, p. 196, dice que el ejemplo de Jacob y Esaú que Pablo menciona en Ro 9: 9-13 se refiere a los planes corporativos de Dios para los descendientes de Jacob y Esaú y no se deben tomar como una ilustración de cómo Dios obra en las vidas o corazones de los seres humanos en general.
3. LAS DECISIONES QUE DIOS NOS HACE TOMAR NO PUEDEN SER VERDADERAS DECISIONES.
Cuando el calvinista afirma que Dios nos hace escoger voluntariamente las cosas, los que sostienen una posición arminiana responden que cualquier decisión que en última instancia es Dios quien la causa no puede ser una verdadera decisión, y que si es cierto que Dios nos hace tomar las decisiones que tomamos, no somos de verdad personas.
Cottrell dice que el concepto calvinista de Dios como causa primaria y los hombres como causa secundaria en realidad se desbarata de modo que hay sólo una causa: Dios. Si un hombre usa una palanca para mover una roca, argumenta, «la palanca no es una causa segunda verdadera sino sólo un instrumento de la verdadera causa del movimiento.
A mi juicio el concepto de causa no tiene significación real cuando se usa en este sentido. En tal sistema el hombre contribuye sólo lo que ya ha sido predeterminado».
Pinnock escribe:
La Comunión Personal De La Clase Que Se Concibe En El Evangelio Sólo Existe Cuando Se Consuma En Una Decisión Libre. Si Deseamos Comprender La Gracia De Dios Como Algo Dirigido En Forma Personal A Sus Criaturas Debemos Captarla, Como Lo Hace La Biblia, En Términos Dinámicos, No Manipuladores Ni Coercitivos.
También dice:
Si El Mundo Fuera Una Estructura Completamente Determinada En La Cual Ninguna Decisión Del Hombre Surte Ningún Efecto, La Básica Intuición Del Hombre De Que Es Un Actor Y Un Agente Libre No Tendría Sentido: No Habría, Entonces, Razón Para Hacer Planes O Ejercer Esfuerzos Con El Propósito De Transformar El Mundo. La Libertad Humana Es La Condición Previa Para La Responsabilidad Moral E Intelectual.
¿Por qué, entonces, según el concepto arminiano, tuvo lugar la caída y el pecado? Pinnock responde que «ocurrieron porque Dios rehúsa mecanizar al hombre o imponer su voluntad sobre él». Y Marshall dice, con respecto a la «posibilidad de que yo predetermine un curso de acción incluyéndome a mí mismo y otros sujetos », que «a nivel de agente libre es imposible». Objeta que la analogía de Dios y el mundo como la de un autor y una obra dramática no es útil porque si preguntamos si los personajes son en verdad libres, «esta es una pregunta irreal».
Sin embargo, se debe notar que los teólogos arminianos ciertamente están dispuestos a dar campo a cierta clase de influencia de Dios sobre los seres humanos.
Marshall dice: «La oración también influencia a los hombres. La voluntad de los hombres puede, entonces, verse afectada por la oración o de otra manera no oraríamos por ellos. Creer en la oración es, por tanto, creer en algún tipo de limitación de la libertad humana, y en alguna clase de influencia incomprensible sobre la voluntad de los hombres».
Para martillar su punto respecto a la libertad esencial de la voluntad humana, los proponentes de la posición arminiana llaman la atención a la frecuencia de la oferta gratuita del evangelio en el Nuevo Testamento. Dirán que estas invitaciones a los seres humanos para que se arrepientan y acepten a Cristo para salvarse, si son bonafide deben implicar la capacidad de responder a ellas.
Así que todo ser humano sin excepción tiene la capacidad de aceptarla, no simplemente aquellos a quienes Dios soberanamente les ha dado esa capacidad de una manera especial.
En respaldo adicional a este punto, los arminianos toman 1 Corintios 10:13 como afirmando claramente que podemos no pecar. Pablo les dice a los Corintios:
«Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano.
Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir». Pero, se dice, esta afirmación sería falsa si Dios a veces ordena que pequemos, porque entonces no podríamos escapar de la tentación sin pecar.
4. EL CONCEPTO ARMINIANO FOMENTA LA VIDA CRISTIANA RESPONSABLE, EN TANTO QUE EL CONCEPTO CALVINISTA ESTIMULA UN FATALISMO PELIGROSO.
Los cristianos que sostienen una posición arminiana argumentan que el punto de vista calvinista, cuando se entiende a cabalidad, destruye la motivación para mantener una conducta cristiana responsable. Randall Basinger dice que el concepto calvinista «establece lo que debe ser y descarta la consideración de cosas que podrían o deberían haber sido diferentes».
Basinger continúa diciendo que:
Los Cristianos Que Evocan Un Acto En Base A La Soberanía De Dios Son Culpables De Un Fatalismo Arbitrario, Insufrible Y Peligroso. Contrario A Esto, El Arminiano Cree Que Lo Que En Realidad Ocurre En El Mundo Es, Hasta Cierta Extensión, Consecuente En La Voluntad Humana; Se Niega El Control Exhaustivo De Dios Sobre El Mundo.
Esto Quiere Decir Que Pueden Suceder Cosas Que Dios No Desea O Quiere; Cosas No Sólo Que Pueden Ser Diferente Sino Que A Menudo Deberían Ser Diferentes. Y De Todo Esto Sigue Nuestra Responsabilidad De Colaborar Con Dios Para Producir Un Mejor Mundo.
Sin embargo, Basinger pasa a indicar un punto más. Los calvinistas, en la práctica, a menudo evitan tal fatalismo y «viven y hablan como arminianos». o Así que, por otro lado, el reto de Basinger es una advertencia contra los extremos prácticos a los cuales afirma que el calvinismo lógicamente empuja a los cristianos.

Por otro lado, su objeción afirma que cuando los calvinistas viven de la manera que saben que deben vivir, en responsable obediencia a Dios, o bien no son congruentes con su concepto de la soberanía divina, o no permiten que su concepto del control soberano de Dios afecte sus vidas diarias.