EL PROPÓSITO DE LOS MILAGROS

INTRODUCCIÓN

Uno de los propósitos de los milagros es ciertamente autenticar el mensaje del evangelio. Esto fue evidente en el ministerio de Jesús, cuando personas como Nicodemo reconocieron: «Sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él» (Jn 3: 2). También fue evidente conforme los que oyeron a Jesús proclamaban el evangelio, porque conforme predicaban, «Dios ratificó su testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad» (Heb 2: 4).
Si este propósito fue válido sólo cuando el evangelio se estaba predicando por primera vez (antes de que se escribiera el Nuevo Testamento), o si continúa vigente en toda la edad de la iglesia, depende de si pensamos que los milagros son confirmadores: ¿están confirmando sólo la absoluta veracidad de las palabras de la Biblia (como las mismas palabras de Dios), o los milagros tienen el propósito de confirmar la veracidad del evangelio en general, cada vez que se predica?
En otras palabras, ¿confirman los milagros lo que dice la Biblia o el evangelio? Como veremos abajo, los milagros no estuvieron limitados a los que escribieron la Biblia o hablaron con absoluta autoridad apostólica." Esto sugiere que se puede esperar que los milagros que ocurren para confirmación del evangelio continúen en toda la era de la iglesia.
Cuando ocurren los milagros, dan evidencia de que Dios verdaderamente está actuando y sirven entonces para el avance del evangelio; la samaritana proclamó en su ciudad: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho» (Jn 4: 29), y muchos de los samaritanos creyeron en Cristo. Esto fue frecuentemente cierto en el ministerio de Jesús, pero también fue cierto en la iglesia primitiva: cuando Felipe fue a una ciudad de Samaria.
Mucha Gente Se Reunía Y Todos Prestaban Atención A Su Mensaje. De Muchos Endemoniados Los Espíritus Malignos Salían Dando Alaridos, Y Un Gran Número De Paralíticos Y Cojos Quedaban Sanos. Y Aquella Ciudad Se Llenó De Alegría (Hch 8:6-8).
Cuando el paralítico Eneas fue curado, «todos los que vivían en Lida yen Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor (Hch 9: 35). Cuando Tabita fue revivificada de los muertos, «la noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor) (Hch 9: 42).
En el nuevo testamento:
Un segundo propósito de los milagros es dar testimonio del hecho de que el reino de Dios ha venido y ha empezado a expandir sus resultados benéficos en la vida de las personas, porque los resultados de los milagros de Jesús muestran las características del reino de Dios. Jesús dijo: «Si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes» (Mt 12: 28).
Su triunfo sobre las fuerzas destructoras de Satanás mostraba cómo era el reino de Dios. De esta manera, todo milagro de sanidad o liberación de opresión demoníaca promovía el reino de Dios y ayudó a Jesús a cumplir su ministerio, porque él vino con el Espíritu del Señor sobre él «para anunciar buenas nuevas a los pobres a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos» (Lc 4: 18).
De modo similar, Jesús dio a sus discípulos «poder y autoridad para expulsar a todos los demonios y para sanar enfermedades. Entonces los envió a predicar el reino de Dios ya sanar a los enfermos» (Lc 9: 1-2). Les ordenó: «Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: "El reino de los cielos está cerca". Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios» (Mt 10: 7-8; Mt 4: 23; 9: 35; Hch 8: 6-7, 13).
Un tercer propósito de los milagros es ayudar a los necesitados. Los dos ciegos cerca de Jericó clamaron: «Ten compasión de nosotros», y Jesús «se compadeció» y los sanó (Mt 20: 30,34). Cuando Jesús vio una gran multitud, «tuvo compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos» (Mt 14: 14; vea también Lc 7:13). Aquí los milagros dan evidencia de la compasión de Cristo hacia los necesitados.
Un cuarto propósito de los milagros, relacionado con el segundo, es eliminar obstáculos al ministerio de las personas. Tan pronto como Jesús hubo sanado a la suegra de Pedro, «ella se levantó y comenzó a servirle» (Mt 8: 15). Cuando Dios tuvo misericordia de Epafrodito y le restauró la salud (sea por medios milagrosos o no, Pablo lo atribuye a la misericordia de Dios, en Flp 2: 27), Epafrodito pudo entonces ministrar a Pablo y completar su función como mensajero volviendo a la iglesia de Filipos (Flp 2: 25-30).
Aunque el pasaje no dice explícitamente que Tabita (o Dorcas) volvió a emprender sus «buenas obras y en ayudar a los pobres» (Hch 9: 36) después de que el Señor por medio de Pedro la resucitó (Hch 9: 40-41), la mención de sus buenas obras y de los que daban testimonio del desprendimiento de ella por las necesidades de otros (Hch 9: 39), sugiere que ella volvió a retomar un ministerio similar de misericordia cuando la resucitaron. Relacionado con esta categoría estaría el hecho de que Pablo esperaba que las personas fueran edificadas cuando los dones milagrosos se pusieran en práctica en la iglesia (1ª Co 12: 7; 14: 4, 12,26).
Finalmente, un quinto propósito de los milagros (y uno al cual todos los demás contribuyen) es dar gloria a Dios. Después de que Jesús sanó a un paralítico la multitud «se llenó de temor, y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales» (Mt 9:8). De modo similar, Jesús dijo que el ciego de nacimiento estaba ciego «para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida» (Jn 9: 3).
NOTA: Los versículos que se acaban de citar muestran el valor positivo de los milagros para llevar las personas a la fe. Algunos tal vez objeten que cuando decimos que los milagros tienen valor para dar testimonio del evangelio, esto quiere decir que pensamos que el mensaje del evangelio en sí mismo es débil e incapaz de llevar las personas a la fe (vea especialmente James M. Boice, «A Better Way: The Power of Word and Spírit», en Michael Scott Horton, ed., Power Religion [Moody, Chicago, 1992J, pp. 119-36). Pero esta no es una objeción válida, porque Jesús y Pablo no razonaron de esa manera; ambos realizaron milagros en conjunción con su predicación del evangelio, y Jesús les ordenó a sus discípulos que hicieran lo mismo (Mt 10:7-8). Debemos recordar que es Dios mismo quien «dio testimonio» del evangelio «con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad» (Heb 2:4), y no podemos decir que él tiene una noción inapropiada del poder del mensaje del evangelio.
El Evangelio de Juan es especialmente instructivo para mostrar el valor de los milagros para animar las personas a creer en Cristo (veaJn2:11, 23; 3:2; 4: 53-54; 6:2,14; 7: 31; 9:16; 11:48; 12: 11; y, en resumen, 20: 30-31). Este énfasis positivo en Juan se destaca en contraste con la opinión de O. A. Carson en «The Purpose of Signs and Wonders in the New Testament», en Honon, Power Religión, pp. 100-101, en donde admite pero minimiza e1papel positivo de los milagros para llevar a las personas a la fe en el Evangelio de Juan. Sorprendentemente, no considera varios de los pasajes positivos en donde no existe tal evaluación negativa, tales como Jn 2: 23-25; 4:48; y 20:29-31. No debemos pensar que cuando los milagros acompañan al evangelio, los que creen tendrán una fe inferior (como sugiere Carson, p. 101), porque eso nos llevaría a decir que los que creyeron a la predicación de Jesús,
Pedro y Pablo tuvieron una fe inferior; ¡conclusión que difícilmente se promueve en el Nuevo Testamento!

ESTUVIERON LOS MILAGROS LIMITADOS A LOS APÓSTOLES?

UNA CONCENTRACIÓN INUSUAL DE MILAGROS EN EL MINISTERIO DE LOS APÓSTOLES.
Algunos han aducido que los milagros estuvieron limitados a los apóstoles, o a los apóstoles y a los que estuvieron estrechamente conectados con ellos. Antes de considerar los argumentos, es importante notar que hay algunas indicaciones de que una impresionante concentración de milagros fue característica de los apóstoles como representantes especiales de Cristo. Por ejemplo, Dios se complació en permitir que por medio de Pedro y Pablo se produjeran milagros extraordinarios.
En Los Días Más Tempranos De La Iglesia, Por Medio De Los Apóstoles Ocurrían Muchas Señales Y Prodigios Entre El Pueblo Y Seguía Aumentando El Número De Los Que Creían Y Aceptaban Al Señor. Era Talla Multitud De Hombres Y Mujeres, Que Hasta Sacaban A Los Enfermos A Las Plazas Y Los Ponían En Colchonetas Y Camillas Para Que, Al Pasar Pedro, Por Lo Menos Su Sombra Cayera Sobre Alguno De Ellos. También De Los Pueblos Vecinos A Jerusalén Acudían Multitudes Que Llevaban Personas Enfermas Y Atormentadas Por Espíritus Malignos, Y Todas Eran Sanadas (Hch 5: 12-16).
De modo similar, cuando Pablo estaba en Éfeso: «Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo, a tal grado que a los enfermos les llevaban pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo, y quedaban sanos de sus enfermedades, y los espíritus malignos salían de ellos» (Hch 19: 11-12).
Otro ejemplo se halla en la resurrección de Tabita; cuando esta murió, los discípulos de Jope enviaron a buscar a Pedro para que fuera a orar por ella para que la levantara de entre los muertos (Hch 9:36-42), al parecer porque pensaban que Dios había dado una concentración inusual de poder milagroso a Pedro (o a los apóstoles en general).
Y el ministerio de Pablo generalmente se caracterizó por acontecimientos milagrosos, porque él resume su ministerio diciéndoles a los Romanos las cosas que Cristo había obrado por medio de él para ganar la obediencia de los gentiles «mediante poderosas señales y milagros, por el poder del Espíritu de Dios» (Ro 15: 19).
No obstante, la concentración inusual de milagros en los ministerios de los apóstoles ¡no prueba que otros no realizaron ningún milagro! Como hemos visto claramente, «poderes milagrosos» (1ª Co 12:10) y otros dones milagrosos (1ª Co 12: 4-11 menciona varios) fueron parte del funcionamiento ordinario de la iglesia en Corinto, y Pablo sabe que Dios «obra milagros» también en las iglesias de Galacia (Gá 3:5).
NOTA: En ningún caso se debe pensar de estos acontecimientos como algún tipo de «magia» que resultaba automáticamente debido a la sombra de Pedro o a los pañuelos que había tocado Pablo, sino más bien como una indicación del hecho de que el Espíritu Santo se agradó de dar un empoderamiento completo y asombroso al ministerio de estos hombres que en ocasión extendía su obra más allá de su presencia corporal individual incluso a las cosas que ellos habían tenido cerca o tocado.

La palabra verdadero en realidad no está en el texto griego, que sencillamente dice: «las señales de un apóstol». La LBLA (que se cita aquí) y otras versiones en español han añadido «verdadero para dar el sentido: Pablo está contrastando su ministerio con el de los falsos apóstoles.