Dios hace que todas las cosas creadas sigan existiendo y manteniendo las propiedades con que las creó.
Hebreos
1:3 nos dice que Cristo es «el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa».
La palabra griega que se traduce «sostiene» es ftro, «llevar, cargar».
Esto
se usa comúnmente en el Nuevo Testamento para llevar algo de un lugar a otro,
tal como llevar a un paralítico en una camilla hasta Jesús (Lc 5:18), llevar el
vino al director de la fiesta Gn 2:8), o traerle a Pablo un capote y libros (2
Ti 4:13).
No
significa simplemente «sostener», sino que tiene el sentido de control activo y
determinado de lo que se está llevando de un lugar a otro. En Hebreos 1:3 el
uso del participio presente indica que Jesús está «continuamente llevando todas
las cosas» del universo por su palabra poderosa.
Cristo
interviene activamente en la obra de la providencia.
De
modo similar, en Colosenses 1:17 Pablo dice de Cristo «todas las cosas en él subsisten»
(RVR 1960). La frase «todas las cosas» se refiere a todo lo creado en el universo
(vea v. 16), y el versículo afirma que Cristo mantiene existiendo toda las cosas;
en él existen continuamente o «permanecen» (LBLA).
Ambos
versículos indican que si Cristo cesara su actividad continua de sustentar todas
las cosas del universo, todo excepto el Dios trino instantáneamente dejaría de
existir. Tal enseñanza la afirma también Pablo cuando dice que «en él vivimos,
nos movemos y existimos» (Hch 17: 28), y Esdras:
«¡Sólo
tú eres el Señor! Tú has hecho los cielos, y los cielos de los cielos con todas
sus estrellas. Tú le das vida a todo lo creado: la tierra y el mar con todo lo
que hay en ellos. ¡Por eso te adoran los ejércitos del cielo!» (Neh 9:6). Pedro
también dice que «los cielos y la tierra que existen ahora» son «guardados para
el fuego en el día del juicio» (2ª P 3: 7, RVR 1960).
Un aspecto
de la preservación providencial de Dios es el hecho de que él continúa dándonos
aliento cada momento. Eliú en su sabiduría dice de Dios: «Si pensara en
retirarnos su espíritu, en quitamos su hálito de vida, todo el género humano perecería,
¡la humanidad entera volvería a ser polvo!» Job 34: 14-15; Sal 104: 29).
Dios,
al preservar todas las cosas que ha hecho, también hace que mantengan las
propiedades con que las creó. Dios preserva el agua de tal manera que continúa actuando
como agua. Hace que la hierba siga actuando como hierba, con todas sus características
distintivas.
Hace
que el papel en que está escrita esta oración siga actuando como papel de
manera que no se disuelva espontáneamente en agua ni se aleje flotando, ¡ni se
vuelva una cosa viva y empiece a crecer! Mientras alguna otra parte de la
creación no actúe sobre él y cambie sus propiedades (por ejemplo, si el Fuego lo quema y se convierte en ceniza), este
papel seguirá actuando como papel mientras Dios preserve la tierra y la
creación que ha hecho.
No
debemos pensar, sin embargo, que la preservación de Dios es una continua nueva
creación; él no está continuamente creando nuevos átomos y moléculas para todas
las cosas que existes. Más bien, él preserva lo que ya ha creado; él «sustenta todas
las cosas» por su palabra de poder (Heb 1:3, traducción del autor).
También
debemos apreciar que las cosas creadas son reales y que sus características son
reales. No es que simplemente me imagino que la piedra que tengo en la mano es
dura; es dura. Si me golpeo la cabeza con ella, no simplemente me imagino que
duele; en efecto duele! Debido a que Dios mantiene esta piedra con las
propiedades con que la creó, la piedra ha sido dura desde el día en que fue
formada, y (a menos que alguna otra cosa en la creación interactúe con ella y
la cambie) será dura hasta el día en que Dios destruya los cielos y la tierra
(2ª P 3: 7, 10-12).
La
providencia de Dios provee base para la ciencia; Dios ha hecho y continúa sosteniendo
un universo que actúa de maneras predecibles. Si un experimento científico da
un cierto resultado hoy, podemos tener confianza de que (si todos los factores
son los mismos) dará el mismo resultado mañana y de aquí a cien años.
La doctrina
de la providencia también provee un cimiento para la tecnología; puedo confiar
que la gasolina hará que mi automóvil funcione hoy tal como lo hizo funcionar ayer,
no solo porque «siempre ha funcionado de esa manera», sino porque la
providencia de Dios sustenta un universo en el que creó cosas que mantienen las
propiedades con que las creó.
El
resultado puede ser similar en la vida del que no es creyente y en la vida del
cristiano; ambos ponemos gasolina en nuestros automóviles y los conducimos.
Pero el que no es creyente lo hará sin saber la verdadera razón de que funcione
de la manera que funciona, y yo lo haré con el conocimiento de la verdadera
razón (la providencia de Dios) y agradeceré a mi Creador por la maravillosa
creación que hizo y preserva.
NOTA: Aunque los filósofos pueden usar el término
determinismo (o determinismo suave) para catalogar la posición que abogo en
este capítulo, yo no uso ese término porque es demasiado fácil malentendido en
el inglés de todos los días:
(1) Sugiere un sistema en el que las decisiones
humanas no son reales y no ejercen ninguna diferencia en el resultado de los
sucesos; y,
(2) Sugiere un sistema en el cua11a última causa de
los sucesos es un universo mecanicista antes que un Dios sabio y personal. Es
más,
(3) Con demasiada facilidad permite a los críticos
agrupar la noción bíblica con los sistemas deterministas no cristianos y nublar
las distinciones entre ellos.
La noción que abogo en este capítulo a veces se le
llama «compatibilismo», porque sostiene que la soberanía divina absoluta es
compatible con la significación humana y decisiones humanas reales. No tengo
objeción a los matices de este término, pero he decidido no usarlo porque;
(1) Quiero evitar la proliferación de términos
técnicos en el estudio de la teología, y;
(2) Parece preferible simplemente llamar mi posición
una noción tradicional reformada de la providencia de Dios, y con ello
colocarme yo mismo dentro de una tradición teológica ampliamente entendida
representada por Juan Calvino y otros teólogos sistemáticos mencionados en la
categoría de «reformada» al final de este capítulo.