Aunque ya hemos empezado a hablar de la aplicación práctica de esta doctrina, se deben hacer tres puntos adicionales.
1. NO TENER MIEDO SINO CONFIAR EN DIOS.
Jesús
recalca el hecho de que nuestro Señor soberano nos cuida y se preocupa por
nosotros que somos sus hijos. Él dice: «Fíjense en las aves del cielo: no
siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial
las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que
ellas?
Así que no se preocupen diciendo: «¿Qué
comeremos?" o «¿Qué beberemos?" o «¿Con qué nos vestiremos?"»
(Mt 6:26, 31). Si Dios alimenta a las aves y viste la hierba del campo, él
también nos cuidará a nosotros. De modo similar, Jesús dice: «¿No se venden dos
gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que
10 permita el Padre; ... Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos
gorriones» (Mt 10: 29-31).
David
podía dormir en medio de sus enemigos, porque sabía que el control providencial
de Dios le hacía «vivir confiado», y podía decir: «En paz me acuesto y me
duermo» (Sal 48). Muchos de los salmos nos animan a confiar en Dios y ama temer,
porque el Señor guarda y protege a su pueblo (por ejemplo, Salmo 91: «El que habita
al abrigo del Altísimo»; o Salmo 121: «A las montañas levanto mis ojos).
Debido
a nuestra confianza en el cuidado providencial de Dios, no necesitamos temer
ningún malo daño, aunque nos venga; puede venir sólo por voluntad de Dios y en
última instancia para nuestro bien. Por eso Pedro puede decir que «a pesar de
que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo la fe de
ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará
que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele» (1ª P
1: 6-7).
En
todo esto no necesitamos afanamos por el futuro sino confiar en el cuidado
omnipotente de Dios.
2. ESTAR AGRADECIDOS POR TODAS LAS COSAS BUENAS QUE SUCEDEN.
Si
creemos genuinamente que todas las cosas buenas las causa Dios, nuestros
corazones en verdad estarán llenos al decir: «Alaba, alma mía, al Señor, y no
olvides ninguno de sus beneficios» (Sal 103: 2). Le agradecemos por nuestro
alimento diario (Mt 6: 11; 1ª Ti 4: 4-5); en verdad, daremos «gracias a Dios en
toda situación» (1ª Ts 5: 18).
3. NO HAY COSA TAL COMO «SUERTE» O «CASUALIDAD».
Todas
las cosas suceden por la sabia providencia de Dios. Esto quiere decir que
debemos adoptar una comprensión mucho más «personal» del universo y de los
acontecimientos en él. El universo no está gobernado por un destino impersonal
ni por la suerte, sino por un Dios personal. Nada sucede «porque sí»; debemos
ver la mano de Dios en los acontecimientos durante todo el día, haciendo que
todo resulte para bien de los que le aman.
Esta
confianza en la sabia providencia de Dios ciertamente no es lo mismo que superstición,
porque superstición es creer en un control impersonal o demoníaco de las
circunstancias, o en el control de una deidad caprichosa preocupada por un rito
sin significado en lugar de obediencia y fe. Un aprecio más profundo de la
doctrina de la providencia no nos hará más supersticiosos; nos hará confiar en
Dios más y obedecerle más completamente.
NOTA: El término arminianismo fue escogido
recientemente en el título de una serie responsable de ensayos que representan
esta posición. Vea ClarkH. Pinnock, ed., The Grace of God, The
Will of Man: Casefor Arminianism (Zondervan, Grand Rapids, 1989). En la siguiente
sección cito extensamente de este libro y un libro anterior editado por
Pinnock, Grace Unlimited. Estos dos libros son excelentes defensas recientes de
la posición arminiana. Jacobo Arminio (1560-1609) fue un teólogo holandés que
difería con el calvinismo predominante de su día.
Aunque los arminianos hoy no lo citan personalmente
ni se refieren a él muy a menudo, su nombre se ha ligado a una variedad de
posiciones que tienen en común el hecho de que difieren de la posición
calvinista sobre la cuestión de libre albedrío del hombre, tanto con respecto a
la providencia de Dios en general (el tema de este capítulo) y con respecto a
la predestinación o elección en forma específica (el tema del capítulo 32).
Hay que distinguir el término arminiano del término
armenio que se refiere a personas que viven o son descendientes de los
pobladores de la antigua nación de Armenia en Asia occidental (ahora parte de
Turquía, Irán y la CEI).