MILAGROS FALSOS

INTRODUCCIÓN

Los magos del faraón pudieron hacer algunos milagros falsos (Éx 7:11, 22; 8:7), aunque pronto tuvieron que reconocer que el poder de Dios era mayor (Éx 8: 19).
El mago Simón de la ciudad de Samaria asombraba a la gente con sus artes mágicas (Hch 8: 9-11), aunque los milagros que hizo Felipe fueron mucho mayores (HH. 8: 13). En Filipos Pablo halló a una esclava «que tenía un espíritu de adivinación.
Con sus poderes ganaba mucho dinero para sus amos» (Hch 16: 16), pero Pablo reprendió al espíritu y salió de ella (Hch 16: 18). Es más, Pablo dice que cuando el hombre de pecado venga vendrá «con toda clase de milagros, señales y prodigios falsos. Con toda perversidad engañará a los que se pierden» (2ª Ts 2: 9-10), pero los que los sigan si son engañados lo hacen «por haberse negado a amar la verdad y así ser salvos» (2ª Ts 2: 1O).
Esto indica que los que van a hacer milagros falsos al fin de los tiempos por el poder de Satanás no dirán la verdad sino que predicarán un evangelio falso. Finalmente, Apocalipsis 13 indica que una segunda bestia surgirá «de la tierra», que tiene «toda la autoridad de la primera bestia» y hará «grandes señales milagrosas, incluso la de hacer caer fuego del cielo a la tierra, a la vista de todos.
Con estas señales que se le permitió hacer en presencia de la primera bestia, engañó a los habitantes de la tierra» (Ap 13: 11-14). Pero de nuevo, un falso evangelio acompaña estos milagros; este poder se ejerce en conexión con la primera bestia a la que «se le permitió hablar con arrogancia y proferir blasfemias.
Abrió la boca para blasfemar contra Dios, para maldecir su nombre y su morada ya los que viven en el cielo» (Ap 13:5-6).
Dos conclusiones son claras de este breve estudio de los milagros falsos en la Biblia:
(1) El poder de Dios es mayor que el poder de Satanás para hacer señales milagrosas, y el pueblo de Dios triunfa en las confrontaciones de poder con los que obran el mal. En conexión con esto, Juan asegura a los creyentes que «el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (1ª Jn 4: 4).
(2) La identidad de los que obran milagros falsos siempre se conoce porque niegan el evangelio. No hay ninguna indicación en ninguna parte de la Biblia de que los cristianos genuinos con el Espíritu Santo en ellos harán falsos milagros.
De hecho, en una ciudad llena de idolatría y adoración a demonios (vea 1ª Co 10:20), Pablo pudo decir a los creyentes de Corinto, muchos de los cuales habían salido de esa clase de trasfondo pagano, que «nadie que esté hablando por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: 'Jesús es el Señor" sino por el Espíritu Santo» (1ª Co 12: 3).
Aquí les da la seguridad de que los que hacen una profesión genuina de fe en Jesús como Señor en efecto tienen en ellos el Espíritu Santo. Es significativo que de inmediato pasa a considerar los dones espirituales que posee «todo» verdadero creyente (1ª Co 12: 7).
Esto debe reaseguramos de que si vemos milagros que realizan los que hacen una profesión genuina de fe (1ª Co 12: 3), que creen en la encamación y deidad de Cristo (1ª Jn 4:2), y que muestran en sus vidas el fruto del Espíritu Santo y dan fruto en su ministerio (Mt 7: 20; Jn 15: 5; Gá 5: 22-23), no debemos sospechar que son falsos milagros, sino que debemos agradecer a Dios porque el Espíritu Santo está actuando, incluso en los que tal vez no tienen exactamente las mismas convicciones que nosotros en todo punto de doctrina. Ciertamente, si Dios esperara para hacer milagros sólo por medio de los que fueran perfectos tanto en doctrina como en conducta de vida, no se realizaría ningún milagro hasta que Cristo vuelva.
NOTA: Alguien pudiera objetar que la excepción a esto sería la visión del fin de los tiempos en Ap 13: 7, en donde a la bestia «se le permitió hacer la guerra a los santos y vencerlos» (Ap 13:7). Pero incluso aquí no hay indicación de que los poderes milagrosos de la bestia sean más grandes que el poder del Espíritu Santo.
Esto parece entenderse mejor no como confrontación de poder milagroso sino simplemente como una persecución de parte de una fuerza militar, porque leemos más adelante que «las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano» (Ap 20:4).

El hecho de que los que invocan el nombre de Cristo puedan profetizar y echar fuera demonios y hacer «muchos milagros» en su nombre (Mt 7: 21-23) no contradice esto, porque éstos o no cristianos; Jesús les dice: Jamás los conocí. ¡Aléjense de mi, hacedores de maldad!» (Mt 7:23). Aunque es posible que estos son falsos milagros obrados por el poder demoniaco, parece ser más probable que son operaciones de la gracia común (vea capitulo 31) que Dios obró por medía de no cristianos, similar a la eficacia del evangelio que Dios a veces permite cuando lo predican los que tienen motivos impuros y no conocen a Cristo de corazón (Fil: 15-18).