GOBIERNO

1. EVIDENCIA BÍBLICA.

Hemos considerado los primeros dos aspectos de la providencia:
(1) preservación, y
(2) concurrencia.
Este tercer aspecto de la providencia de Dios indica que Dios tiene un propósito en todo lo que hace en el mundo y providencialmente gobierna o dirige todas las cosas a fin de que cumplan sus propósitos. Leemos en Salmos:
«su reinado domina sobre todos» (Sal143:19). Es más, «Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos» (Dn 4: 35).
Pablo afirma que «todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él» (Ro 11: 36), y que «todo ha quedado sometido a su dominio» (1a Co 15: 27). Dios es el que «hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad» (Ef 1: 11), de modo que al final «ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (Fil 2: 10-11).
Es debido a que Pablo sabe que Dios es soberano sobre todo y logra sus propósitos en todo suceso que tiene lugar que puede declarar que «dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8: 28).
NOTA: De hecho, nuestra capacidad de tomar decisiones voluntarias al fin y al cabo es simplemente un reflejo creado de la voluntad de Dios y su capacidad de tomar decisiones voluntarias. Sin embargo, si fuéramos totalmente libres en nuestras decisiones, seríamos iguales a Dios en nuestra voluntad, y esto es algo que jamás podemos esperar ni en esta vida ni en la venidera.
Los teólogos arminianos disienten de este entendimiento de libre albedrío y abogan por una libertad que quiere decir que nuestras decisiones no son causadas por nada fuera de nosotros mismos (vea la consideración de la objeción de Jack Cottrell de que la libertad quiere decir más que decisiones voluntarias, en las pp. 353-64, más adelante).
2. DISTINCIONES RESPECTO A LA VOLUNTAD DE DIOS.
Aunque en Dios su voluntad es unificada, y no dividida o contradictoria, no podemos ni empezar a entender las profundidades de la voluntad de Dios, y solo en una pequeña parte se nos revela.
Por esta razón, como vimos en el capítulo 13, 22 dos aspectos de la voluntad de Dios se presentan ante nosotros. Por un lado, hay la voluntad moral de Dios (a veces llamada su voluntad «revelada»). Esto incluye las normas morales de la Biblia, como los Diez Mandamientos, o los mandamientos morales del Nuevo Testamento.
Los mandamientos morales de Dios nos son dados como descripciones de cómo debemos nosotros conducirnos para actuar rectamente ante él. Por otro lado, otro aspecto de la voluntad de Dios es su gobierno providencial de todas las cosas (a veces llamada su «voluntad secreta»).
Esto incluye todos los acontecimientos de la historia que Dios ha ordenado que tengan lugar, por ejemplo, el hecho de que Cristo fuera crucificado por «gente malvada» (Hch 2: 23). También incluye todos los actos malos que fueron mencionados en la sección precedente.
Algunos han objetado esta distinción entre dos aspectos de la voluntad de Dios, aduciendo que quiere decir que hay una «autocontradicción» en Dios. Sin embargo, incluso en el ámbito de la experiencia humana, sabemos que podemos desear y llevar a la práctica algo que es doloroso y que no deseamos (como castigar a un hijo desobediente o recibir una vacuna que temporalmente nos enferma) a fin de producir un resultado a largo alcance que deseamos más que evitar el dolor a corto plazo (producir la obediencia del hijo, por ejemplo, o prevenirnos para no contraer una enfermedad más seria). Dios es infinitamente más grande y sabio que nosotros.
Ciertamente es posible para él querer que sus criaturas hagan algo que a corto plazo le desagrada a fin de a largo plazo recibir mayor gloria. Decir que esto es una «autocontradicción» en Dios es no entender las distinciones que se han hecho, así que esta explicación no es contradictoria.
NOTA: Vea pp. 213-16 para consideración adicional de la voluntad secreta y revelada de Dios.
Esta es la objeción de 1. Howard Marshall, «Predestination in the New Testament», p. 173.
Juan Calvino dice de los que objetan a los dos sentidos de la voluntad de Dios: «Déjenme decirles, pues, si Dios ejecuta sus juicios por su voluntad o no. Cuando no entendamos como Dios puede querer que se haga lo que prohíbe, acordémonos de nuestra incapacidad mental».
También cita con aprobación la afirmación de Agustín: «Hay una gran diferencia entre lo que es apropiado para que el hombre quiera y lo que es apropiado para Dios porque mediante la voluntad mala de los hombres malvados Dios cumple lo que él justamente quiere» (Institutes  1: 233-34 [1. 18.3].

D. LOS DECRETOS DE DIOS

Los decretos de Dios son los planes eternos de Dios por los cuales, antes de la creación del mundo, él determinó hacer que tuviera lugar todo lo que sucede. Esta doctrina es similar a la doctrina de la providencia, pero aquí nos referimos a las decisiones de Dios antes de que el mundo fuera creado y no en sus acciones providenciales en el tiempo.
Sus acciones providenciales son los resultados de los decretos eternos que hizo hace mucho tiempo. (Vea capítulo 2, p. 47, para ver «decretos» usado en un sentido algo diferente.)
David confiesa: «Todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos» (Sal 139: 16; Job 14: 5: los días, meses y límites del hombre los determina Dios). También hay un «determinado propósito y el previo conocimiento de Dios» (Hch 2: 23) por el cual mataron a Jesús, y las acciones de los que lo condenaron y crucificaron estaban «predestinadas» por Dios (Hch 4: 28).
Nuestra salvación fue determinada hace mucho tiempo porque Dios «nos escogió en él [Cristo] antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él» (Ef 1: 4). Nuestras buenas obras como creyentes son las que «Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (Ef. 2:10; Jud 4).
Estos ejemplos tocan muchos aspectos diversos de la actividad humana. Parece apropiado concluir de estos ejemplos que todo lo que Dios hace lo ha planeado desde antes de la creación del mundo; es más, estas cosas han sido un plan eterno para él.

El beneficio de un énfasis en los decretos de Dios es que nos ayuda a damos cuenta de que Dios no traza planes repentinamente sobre la marcha. Él sabe el fin desde el principio, y realizará todos sus buenos propósitos. Esto debe aumentar grandemente nuestra confianza en él, especialmente en circunstancias difíciles.